Grito 2: La memoria

Aunque a menudo tiene mal cartel por aquello de que siendo esencialmente subjetiva puede jugarnos malas pasadas, yo reivindico la memoria como el mejor programa del que disponemos para protegernos de la mentira, con la ventaja suplementaria de venir incorporada a cada uno de nosotros.
No es casual que nuestra sociedad tan propensa al culto de la novedad engañosa haya erradicado la Historia de los programas escolares. A diferencia de los regímenes totalitarios, que suelen deformarla para obligarla a decir lo que ellos quieren, la sociedad en la que vivimos inmersos, que la llamemos occidental, capitalista o como más nos plazca, pero cuyo rasgo más distintivo es la más grande indiferencia ante todo lo ajeno, ha decidido borrarla de un plumazo para poder así cada dos por tres sorprendernos con algún nuevo artefacto construido con viejas piezas recauchutadas sacadas de un cajón olvidado.
Así, en este mundo de pura inmediatez y sensaciones condicionadas, la memoria ha quedado relegada a libros polvorientos que sólo se leen por razones pragmáticas, cuando no es sino una palabra que sirve para nombrar la capacidad de almacenar datos de nuestro ordenador. Haría bien un sistema educativo que realmente se propusiera educar personas para los desafíos de mañana, en desarrollar la imaginación y la memoria que son sin duda hermanas o amigas muy íntimas que se nutren una de la otra.

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