Límites (2)

No sólo ha trazado el círculo con tizas color de miedo sino que ha expandido su piel y sus carnes hasta alcanzarlo y quedar atorada en él sin poder moverse. Su cuerpo inmenso es el límite estrecho en el que los terrores violetas, negros y amarillos se apelotonan, intentan en vano desplazarse unos pocos milímetros para no morir ahogados o aplastados por los otros, se consuelan mutuamente pero sufren sin remedio de soledad espantosa.
Cuando ella mira desde su fortaleza al osado ser sin límites y al miedoso que pretende imitarlo, se triplica en su vientre el peso de cada uno de sus males, se le avinagra la sangre, se le ennegrece el aliento, se le empasta la voz y muy adentro una niñita delgada y rubia llora porque se ha quedado huérfana. Su cuerpo es su cárcel y no sabe cómo salir de ella.
Por eso detesta con cada una de sus células al atrevido que recorre con ligereza el mundo y envidia, de envidia enferma, al tímido que cultiva la valentía. No sabe –no puede ver- que aquellos quisieran penetrar sus carnes y liberarla de tanto peso.

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