Babel

Junto al Berlaymont se embolsa el viento. La altura del edificio, quizá su planta en forma de cruz, perturban las corrientes que zarandean a los transeúntes obligándolos por trechos a andar con el ceño fruncido y el gesto determinado, las manos aferradas a abrigos, bufandas y sombreros para que no se vuelen.
Pero del otro lado, abajo, delante de la entrada, justo antes de los múltiples controles de seguridad que se han de franquear para acceder adentro, hay un hueco protector, una concavidad en la que se refugian de las intemperies de Bruselas no sólo serios y mesurados funcionarios de paso a reuniones de trabajo sobre temas trascendentales, sino también abigarradas gitanas que se sientan sobre una tapia, a charlar y mendigar con desparpajo.
Las mujeres de colores hablan en caló o en rumano. Los y las funcionarias que pasan impecables sin mirarlas hablan en rumano, polaco, checo, finés, danés, sueco, alemán, español, italiano, francés, lituano, holandés, portugués... o las más veces, en el inglés neutro y sin gracia que ha llegado a ser el idioma oficial de las instituciones.
Sólo te falta tomar el metro que pasa por debajo e ir de estación en estación, o hacer correspondencia con un tranvía o con un bus. Presta atención a lo que dicen... ¿comprendes? Admite que muchas veces no puedes siquiera reconocer la lengua en la que hablan. La población colorida que bulle en otros barrios de Bruselas no se viste tan bien como los funcionarios pero habla tanta diversidad de idiomas como ellos. ¿Bruxelles – Babel?

Comentarios

  1. no es exactamente esta la riqueza de Bruselas? tantas culturas diferentes cuantos son los idiomas hablados por las calles?
    una fuente inesaurible de diversidades compartitas?

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