Las ramas invisibles

Una fina capa de hielo se ha depositado sobre los tablones del suelo de la terraza pintando una blanca superficie a rayas que encandila aun bajo el sol invernal de las dos de la tarde que apenas ha alcanzado a derretirla en las zonas más expuestas a la luz. Es un espacio y un tiempo propicios para sentarse a ver crecer las ramas invisibles. Eso hago.
Del mismo tronco que es mi vida, junto a ésta un poco torcida pero apacible que todo el mundo ve, crecen empecinadas y rabiosas, soberbias y frondosas, secas, floridas, bellas como el ébano o pálidas como la luna, raquíticas y feas o melancólicas, múltiples ramas invisibles. Cada una de ellas es yo misma bajo aspectos más o menos inconfesables o temerosos de mostrarse. En días como hoy, de cielos despejados y fríos, se puede sentir cómo bajo la corteza congelada tiemblan los brotes de aquellas que no se resignan a no ser. Yo soy yo pero también todas ellas creciendo como posibilidades infinitas. Soy las atroces ramas de la melancolía y el miedo que me arrastran con su peso de tentáculos hacia pozos de sombra. Y también la intolerante e iracunda que se despliega en múltiples cabezas de hidra que vomitan furias destructivas, o la dura y sin gracia que está harta de todo aquello que no sea igual a sí misma. Pero también soy ésa, oscura y brillante, que sueña con la primavera cercana en que surgirá esbelta y espléndida, decidida a ser centro de su propia vida. La siento pujar con fuerza, años la han detenido profundos miedos, ¿se atreverá a hacerse visible un día? Y soy la lasciva verde liana que se cuelga de los cuerpos desconocidos dejándose llevar a placeres sin nombre. La escandalosa que saldría a gritar por las calles sólo por molestar. La serena embebida de armonía universal. La inocente, que quiere seguir creyendo en la condición humana y se niega a ver pruebas de lo contrario. Y la sutil, sensible a todo lo que la rodea e intentando pasar desapercibida, creciendo escondida entre las otras ramas...

Comentarios

Entradas populares