La cebella

La cebolla es bella, la cebella es bolla. Su color entre rosado y marrón es único, color cebella, digo ‘sé bella’, digo cebolla. Y esos pelitos secos en el culo son el nec plus ultra de la distinción. No es una cebolla cualquiera. Es una señora cebolla. Con su cascarilla apenas resquebrajada, solo para que se note que es cascarilla, y su terminación en punta, como si quisiera estirarse para tocar el cielo.

Esta que está aquí delante, la bolla, la bella, tiene en la punta un pedacito de piel que sobresale, que era la que la unía a su familia, que estaba toda junta en la misma bolsa. Fui yo quien la separé del racimo para traerla sobre la mesa y observarla. Se preguntará por qué este destino tan raro de modelo de arte en vez de acabar picada en una salsa o un guiso. Pero me estoy proyectando. Quién sabe realmente lo que piensa una cebolla.

Soy yo quien la piensa ahora y la observa por fuera sin querer adentrarse en sus múltiples capas que, de cortarla, quedarían al aire. Pero eso sería un asesinato. O, por lo menos, una autopsia para descubrir el secreto de la muerte que le he dado yo misma. ¿Qué secretos encubre la rubia cebella? ¿Serán revelados si la corto o, más bien, morirán con ella, digo olla?

Comentarios

  1. Espléndido homenaje, o cebellanaje... Ella no hace sino seguir su destino... Espero que te la comas para llevar a buen fín su ciclo vital ya que, sino, no tuviera en ella todos estos principios vitales también de la dietética. En la naturaleza, ninguna polución, nada se pierde, todo se transforma... Como tú misma que nos traes, en tus transformaciones síquicas, estas palabras tan vitales. Gracias por ello, por aquellos frutos que no mueren en nosotros ya que nos enriquecen y nos ayudan en nuestro desarrollo mental y afectivo. Soy un enamorado de la cebollita.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares