Monólogos de Assandra

(extraído de Crítica cinematográfica, Los estrenos de la semana)

Ficha técnica
País: Bélgica
Año: 2010
Duración: 60 minutos
Formato: 35 mm


En la línea estilística del Woody Allen de ‘Another woman’, la novel directora pone en escena a una mujer de unos cuarenta años, Assandra, que con la excusa de una clase de conversación, va desovillando su identidad a lo largo de las semanas, meses, años, que duran las clases.
En una decisión arriesgada pero inteligente, la cámara elige seguir la mirada de la profesora de modo que de ella sólo escuchamos la voz y vemos a Assandra a menudo a contraluz, delante de una ventana por la que se ve un cielo alternadamente azul o gris, según las estaciones, algunos edificios bajos y un poco de verde. Mientras Assandra habla, la mirada se pasea por el entorno: a la derecha, un largo escritorio sobre el que hay varios diccionarios de consulta, algunos libros, lápices, muchos papeles, el ordenador, un teléfono; a la izquierda, una mesita con más libros e invariablemente una bolsa de supermercado con frutas o yogur, y un sillón de Ikea en el que nunca parece sentarse nadie. Junto a la ventana, un gran gomero solitario al que vemos crecer a medida que pasa el tiempo.
A veces, si Assandra interrumpe su monólogo para atender el teléfono o contestar a un mail urgente, la cámara se posa, discreta pero con curiosidad insistente, en las fotos pegadas a la pared. Robert Redford todavía joven y muy guapo, Daniel Craig saliendo del agua como James Bond, posan junto a las imágenes familiares: una Assandra de dos años en una playa en brazos de un hombre joven que la mira con ternura -¿su padre?-, una Assandra adolescente sentada contra una pared junto al mismo hombre que la abraza sonriente, una Assandra veinteañera con unos amigos (hay un chico rubio que es quizás el mismo que aparece en otra foto de la infancia al lado de una cabaña del Tirol), una Assandra llegando a la treintena junto a un hombre joven que se le parece y con un perro a los pies de ambos...
Nunca nadie nos lo confirma pero de la suma de las fotos y las palabras adivinamos una fuerte presencia paterna, una figura materna un poco borrosa, una larga soltería hecha de amistades, salidas y viajes culturales, y muchos interrogantes sobre el género masculino y el abanico de las relaciones humanas.
En una hora de película (como la hora de clase semanal que tiene Assandra) vemos a la protagonista pasar de ser una joven de treinta y pico con aspiraciones profesionales y personales a una mujer madura definitivamente asentada en sus decisiones previas. Los interrogantes del principio son los mismos que al final pero las respuestas a todas esas cuestiones siguen siendo no definitivas, precarias y apuntando al futuro como única posibilidad de resolución. Paralela y contrapuesta a la evolución de la protagonista, se nos sugiere la de la profesora cuyas decisiones parecen llevarla por caminos bastante diferentes.

Para los amantes de las atmósferas intimistas. Una joya de la brevedad.

Comentarios

  1. El monólogo interior revisitado. El ambiente cálido y tierno de un útero protector, y ese silencio que suena tan bien; fino, muy fino...un delicado placer de lectura...
    Merece convertirse en guión...
    Benito

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