Despampanantes pámpanos o de cómo las pantallas ya no son lo que eran


 Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas. 

Antonio Machado



           Juan Fernández "El Labrador", Bodegón


A nosotros, tan urbanos como somos, nunca se nos hubiera ocurrido pero cabe imaginar que los campesinos catalanes, conocedores de vides, hayan observado cómo los pámpanos (pampol para ellos) protegían los racimos del sol y por comparación hayan designado con el mismo nombre a cualquier lámina que cubriera o protegiera algo, en particular, la que se sujeta delante o alrededor de un foco luminoso artificial, para que la luz no moleste a los ojos. Dicho de otro modo, siguiendo la lógica de la comparación catalana, una pantalla, como las que abundan en torno a lámparas y veladores en los hogares de clase media, actúan como geométricos pámpanos al proteger nuestros ojos de la intensidad de las bombillas eléctricas y crean ambientes en penumbras amarillas o naranjas que descansan nuestra vista.

Pero así como los pámpanos protegían las uvas, las persianas y celosías, que los catalanes llamaban ventallas, protegían las aberturas de las ventanas y, al no dejar pasar la luz de afuera, creaban, como las pantallas, penumbras que descansaban la vista.

No es de extrañar entonces que, a la larga, la gente terminara combinando ambos términos (pampol y ventalla) de sentidos tan similares en uno solo y llamara a cualquier lámina que protegiera de la luz con un único nombre que, tanto en catalán como en castellano, se dice pantalla. 

Con la invención del cine, sin embargo, hicieron falta extensas láminas de características semejantes a las de las celosías, para proyectar en ellas imágenes luminosas que la gente se sentaba a ver en la oscuridad. Por su parecido con las otras las llamaron también pantallas, aunque éstas no solo no servían para protegernos de la luz sino que sin ella no tenían ningún sentido.

Y, más adelante, cuando se inventó la televisión, a todo el mundo le pareció normal, por comparación con el cine, llamar pantalla al espacio dentro del cual aparecían las imágenes luminosas.

De modo que, cuando se inventaron luego los ordenadores y los móviles, no quedó más remedio que designar con el mismo nombre esa superficie, dentro del aparato, donde aparecen y se mueven las imágenes.

O sea que, de ser la pantalla el objeto que permitía que descansara la vista del exceso de luz, sea natural o artificial, la misma palabra, sin haber perdido el significado aquel, ha pasado a designar una cosa que concentra la luz y por eso atrae la vista de tal modo que nos cuesta dejar de mirarla.

La pantalla que, como los pámpanos, cubría la luz y descansaba la mirada, es ahora el objeto que más cansa la vista. Sus luces despampanantes nos encandilan y es habitual oír quejas de gente a quien le duelen los ojos de tanto mirarlas.

Ya no son lo que eran las pantallas: antes descansaban nuestros ojos en ellas, ahora tenemos que descansar de ellas.


Comentarios

Entradas populares