Martín Pescador


A mis compañeras del Lenguas



Pasará, pasará, pero el último quedará... Atrapada entre los brazos del puente, desde donde mirará alrededor las baldosas rojas del patio sobre las que corren cientos de pares de pies calzados con zapatos de presilla o mocasines marrones o negros y medias azules hasta la rodilla (si no se han caído en las carreras). Y en un instante, el que hace falta para oír la pregunta que formulen las de los brazos y elegir la respuesta, se detendrán las voces agudas, ensordecedoras, de las chicas que pasan corriendo justo al lado, los gritos de la maestra de cuarto, el chillido de una niña a la que le tiran el pelo, el canto desafinado pero entusiasta de una ronda y lejos, una mezcladora de cemento, las bocinas, un motor que arranca en la calle.

Hasta que diga la respuesta. Entonces, mientras dé la vuelta y vaya, liberada de los brazos, a ponerse en la fila elegida, volverá a sonar sin piedad el bullicio y pasarán las otras, el recreo, el tiempo...


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